La mejor conserje del mundo está en A Illa: "A Illa puede presumir de muchas cosas, y una de ellas es tener la mejor conserje del mundo. Que no se me enfade nadie, pero esto es lo que dicen de Luisa Outeda quienes han compartido con ella años de trabajo en el colegio Torre. «Pasei por moitos colexios, pero a mellor sen dúbida é Luisa», decía ayer una de esas personas que habla con conocimiento de causa.
Luisa lleva treinta años custodiando las llaves del colegio de A Illa y dentro de unas semanas, el 25 de febrero, cumple los 65 inviernos que, a ella sí, le permitirán jubilarse. Para esta isleña que ha aprendido a aceptar las cosas como vienen, esto no es más que otra circunstancia de la vida. Ni buena ni mala, simplemente lo que tiene que ser. Seguiría trabajando tan tranquila si le dijesen que todavía no puede jubilarse, pero también se va contenta, porque le quedan muchas cosas por hacer.
No ha hecho grandes planes para después del trabajo, pero una cosa sí tiene clara, y es que su jubilación le permitirá estar más con sus hijos: «Teño os meus fillos ciscados por aí e irémolos visitar de vez en cando, que antes non podía», dice. Aparte de eso, buscará ocupaciones para mantenerse activa y, por supuesto, visitará de vez en cuando a niños y profesores en el colegio.
No hace falta pasar más de cinco minutos con Luisa para darse cuenta del cariño con que la tratan los niños. ¡Hola, Luisa!, ¡adiós, Luisa!: nadie pasa cerca de su mesa sin saludarla. Seguramente algo tendrá que ver con ello el hecho de que Luisa ha hecho su trabajo durante estos años, pero ha hecho mucho más que eso. «O meu traballo é abrir as portas, tocar o timbre, se hai notas que pasar, facer fotocopias, ir ao correo todos os días e completar as horas coa limpeza. Tamén facer manzanillas para os rapaces cando lles doe a barriga ou chamar ás súas casas cando se poñen enfermos», relata.
En estos treinta años pasaron muchos niños por las aulas del colegio Torre. Luisa los ha visto crecer a todos y ve ahora cómo crecen sus hijos. Las cosas han cambiado mucho en estas tres décadas, pero a sus ojos ha sido para mejor. «Antes había moitos cristais rotos, moitas pechaduras atascadas... Agora non. Hai de todo, pero creo que os rapaces son mellores agora, aínda que algún fin de semana veñan aquí facer o botellón», explica. Muchos de esos alumnos son ya hoy adultos que tienen su vida lejos del colegio Torre. Pero no han olvidado a Luisa y eso le gusta, tanto que por un momento incluso se emociona y deja que alguna lágrima asome a sus ojos: «Estou moi contenta porque donde me ven polo camiño saúdanme».
Antes de trabajar en el colegio, Luisa lo hacía en las fábricas. Eran los tiempos de pujanza de la industria conservera en A Illa, pero a esta mujer le gustó mucho más su segunda ocupación. «Este traballo gústalle máis que o da fábrica. Aquí andas dun lado para outro, alí tiñas que estar quieta». Por eso en cuanto surgió la oportunidad de trabajar en el colegio Torre, no lo pensó. Y hasta hoy.
Dentro de algunas semanas, cuando llegue la hora de su jubilación, seguramente se levantará algún día bien temprano, vestirá su sonrisa y se encaminará despistada hasta el colegio de Cabodeiro. Han sido muchos años de rutina y estos despistes los ha tenido incluso a veces estando de vacaciones. Cuando eso ocurra, no perderá la sonrisa, desandará el camino y pensará en otra cosa en la que ocupar su tiempo.
Pero antes tiene que correr todavía buena parte del mes de febrero y, en medio, seguramente esperará a Luisa alguna que otra sorpresa. Por lo pronto, en el colegio preparan ya una cena de despedida por todo lo alto. Ni más ni menos que la que se merece la mejor conserje del mundo.
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